
La matriz originaria de la profesión asociada a los orígenes de la escuela moderna da cuenta de los rasgos constitutivos de la formación docente, algunos de los cuales se han ido superando mientras que otros se mantienen. Es frecuente que tanto los modelos como las prácticas de formación disocien la teoría y la práctica, el pensamiento de la acción. Aún en los currículos más actualizados de la región, los espacios destinados a la transmisión del conocimiento formalizado se fueron complejizando, mientras la «práctica» ha mantenido la concepción originaria que la identifica con el hacer, es decir, con la «aplicación» del saber aprendido en otras instancias.
Sostenemos en este artículo que las dificultades o imposibilidades detectadas a la hora de enseñar en el presente se deben, fundamentalmente, a que maestros y profesores no han aprendido el oficio. Intentamos esbozar una propuesta formativa poniendo en valor los saberes de la experiencia, y avanzamos hacia modos de formar superadores de la dicotomía clásica entre teoría-práctica, saber-hacer, pensamiento y acción. Rasgos tales como la modelización y la vocación devenida en compromiso son recuperados y re-significados para la formación de docentes que sepan enseñar en los escenarios educativos actuales.