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Civilización, mercado y orden moral
Author(s) -
Jesús Huerta de Soto
Publication year - 2021
Publication title -
procesos de mercado
Language(s) - Spanish
Resource type - Journals
ISSN - 1697-6797
DOI - 10.52195/pm.v8i2.255
Subject(s) - humanities , philosophy
En diferentes trabajos, pero sobre todo en mi artículo titulado «La teoría de la eficiencia dinámica» (Procesos de Mercado, vol. I, n.º 1, primavera 2004, pp. 11-71), he tratado de demostrar de qué manera la moral personal (especialmente en los ámbitos de la mo-ral sexual, familiar y de la ayuda a los que nos necesitan) impulsa la eficiencia dinámica basada en la creatividad y la coordinación empresarial que expande sin límite el proceso espontáneo del mer-cado. La estabilidad, seguridad y prosperidad de la institución familiar hace posible el aumento del número de seres humanos que, además, cada vez son más ricos, capaces y morales. En suma, impulsa un aumento del número de personas que cada vez son mejores; es decir, un crecimiento sin límite de una población cada vez más numerosa, más productiva, más próspera, más ingeniosa, más culta, más solidaria y, sobre todo, más creativa y capaz de ha-cer avanzar la civilización humana hacia cotas que hoy ni siquiera podemos imaginar. La Religión cristiana (y también la judía, y la musulmana en la medida en que logre integrarse en la modernidad, abandonando cualquier atisbo de justificación para la guerra «santa», el estatis-mo religioso y su discriminación fáctica de la mujer) facilita y se convierte en la mejor aliada e impulsora de este progreso so - cial a través de dos vías: por un lado, posibilita que los seres hu-manos internalicen el cumplimiento de las normas de la moral personal (familiar, sexual, etc.) que, por su propia naturaleza, no pueden imponerse coactivamente; y, por otro lado, generaliza y hace habitual el cumplimiento de las normas de la ética social (es decir, la que garantiza el respeto a los principios de la propie-dad privada). De hecho, si la gente a lo largo de la historia no hu-biera internalizado de manera generalizada que está mal atentar contra la vida humana, robar o no cumplir lo pactado en los con-tratos, ni siquiera todos las policías y ejércitos juntos del mundo (públicos o privados) bastarían para hacer posible la civilización y el orden pacífico de cooperación social. Además, no debe olvidarse que el orden espontáneo del mer-cado promueve, como condición necesaria aunque no suficiente, los comportamientos morales. En efecto, los intercambios volun-tarios en los que se basa, convierten en habitual el respeto y el diá-logo con el otro, el esforzarse por descubrir lo que necesita y la mejor manera de proporcionárselo, a la vez que convierte la re-putación personal de que nos portamos bien en algo que social-mente se valora y que nos interesa —e incluso consideramos un orgullo— mantener. Ahora bien, este proceso de cooperación so-cial en libertad necesita también, como hemos indicado, de la leva-dura de la moral y de la Religión por lo que, aunque sólo sea por esto, los poderes públicos (mientras sigan existiendo y no sean sustituidos por el entramado de agencias privadas de seguridad y justicia del muy superior orden social anarcocapitalista) debe-rían con carácter prioritario alentar y defender las instituciones religiosas, y no llevar su neutralidad política con relación a las mis - mas hasta el punto de considerarlas como algo que debe estar encerrado en la esfera estrictamente subjetiva de cada individuo y que, por tanto, ni puede ni debe influir en el fomento e impul-so del proceso pacífico de cooperación social.

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