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Dos documentos inéditos: Las escrituras del Banco de Tacna en los 150 años de su fundación
Author(s) -
Paolo Mario Quenta Loza,
Alonso Anibal Villanueva Quispe,
Pedro Pablo Peralta Casani
Publication year - 2021
Publication title -
la vida y la historia
Language(s) - Spanish
Resource type - Journals
eISSN - 2617-6041
pISSN - 2312-9115
DOI - 10.33326/26176041.2021.2.1334
Subject(s) - political science , humanities , art
El Banco de Tacna fue una sociedad y/o compañía de carácter privado que inició sus operaciones siete años antes de la guerra con Chile, para facilitar las actividades comerciales que articulaban a Tacna y Arica con el vecino país de Bolivia, principalmente. Además de estas operaciones, el Banco de Tacna realizaba empréstitos para la ejecución de obras públicas en la ciudad, como ocurrió con la refacción del hospital San Ramón, el cual tuvo que ser demolido a consecuencia de las torrenciales lluvias de 18774. Dicha labor continuaría durante la ocupación chilena, con préstamos para el nanciamiento de servicios públicos como la Empresa Eléctrica de Arica, así como empréstitos a empresas mineras, comerciales y a personas naturales con créditos hipotecarios (Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 1927, pp. 405-406). Durante la guerra con Chile, el Banco de Tacna brindó importantes servicios al Ejército del Sur, por los cuales se amplió el plazo para la circulación de sus billetes hasta después de culminado el conicto bélico (Campubri, 1957, p.336). Luego de la batalla del Campo de la Alianza, el 26 de mayo de 1880, el ejército chileno inició la ocupación de Tacna e impuso contribuciones forzosas solidarias a los principales comerciantes y propietarios del departamento, entre los cuales se incluyó al Banco de Tacna con una cuota de cinco mil soles. Varios de sus accionistas tuvieron que pagar montos similares (Choque, 2009, p. 74). En el periodo de la ocupación chilena de Tacna y Arica, el gobierno peruano usó los servicios del Banco de Tacna para el pago de las subvenciones a las escuelas, diarios peruanos y organizaciones de benecencia que funcionaban en ambas ciudades (González, 2017, p. 100). Incluso uno de sus gerentes, M. Artidoro Espejo, quien actuaba como un agente peruano encubierto, fue obligado a renunciar a su cargo por las autoridades chilenas, al conocerse sus actividades en las ciudades cautivas (Barreto, 1912, pp. 226-227).

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