LA ÉTICA DE LOS LAICOS

La acusación que cada vez con más frecuencia se le hace a la ética laica es la de ser relativista y, por lo tanto, sustancialmente incapaz de defender con coherencia a sus mismos principios. Ella carecería, en ese sentido, de sólidas bases de veracidad sobre las cuales fundarse, de valores fuertes capaces de motivar a la acción, de certezas capaces de satisfacer plenamente la conciencia individual y de reglas adecuadas para promover la solidaridad social. Frente a los dramas de nuestro tiempo, la referencia de la ética laica a una racionalidad miope y a una tolerancia obtusa resultaría ineficaz y renunciataria. Recordando la afirmación de Freud, según quien “la razón es una pequeña llama, pero ¡maldito sea aquél que la apague!”, la ética laica haría un papel miserable frente al “resplandor de la verdad” revelada por Dios e interpretada por las Iglesias. El recurso al veritatis splendor parece sobrentender que quien no es capaz de verlo está, teórica y moralmente, ciego, daltónico o actúa de mala fe.