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Bajo el lema “Tiempo de actuar” el acuerdo sobre la Cumbre del Clima COP25, celebrada recientemente en Madrid, ha terminado con un sentimiento generalizado de escepticismo y decepción, pero también con una creciente percepción de que el discurso basado en la crítica social, en la denuncia y la toma de posición frente a los desafíos y amenazas a las que se enfrenta la humanidad trasciende las grandes declaraciones de los foros políticos internacionales y las páginas de los ensayos y los muros de las universidades, tradicional baluarte de intelectuales y pensadores, y se sitúa cada vez más, en la calle, en los medios de comunicación, en la ciudadanía y los nuevos movimientos sociales. Tanto el análisis crítico intelectual como el activismo social son tan solo algunas de las expresiones de una sociedad desencantada y decepcionada con la inacción política ante los intereses económicos de los grandes poderes internacionales. Existen numerosas pruebas de toda una serie de iniciativas sociales que muestran cada vez más una sociedad activa y organizada, en torno a grupos y asociaciones en muchos casos participadas también por intelectuales, escritores, activistas sociales y ciudadanía en general. El documental de origen británico “The shock doctrine: The rise of disaster capitalism”, basado en el libro de Naomi Klein, conocida por sus críticas al capitalismo neoliberal, la globalización y el militarismo, es un ejemplo de la denominada “doctrina del shock” que representa una visión, a la vez, apocalíptica y distópica en el que se muestran los desastres naturales, el horror de las guerras, y, en definitiva, las consecuencias de lo que se percibe como excesos del mundo capitalista. Otro ejemplo son publicaciones como Truthout en Estados Unidos, que practican lo que denominan periodismo reflexivo y exigente, una forma de periodismo callejero popular que promueve la crítica social y se plantea como un medio alternativo a la prensa oficial. Bastantes de los artículos publicados tienen la firma de prestigiosos intelectuales como Henry Giroux o Peter McLaren. Junto a estos ejemplos hay otros muchos que podríamos resumir bajo el rótulo de la cultura “alter-activista”1. Pero al margen del papel de los nuevos movimientos sociales, lo cierto es que la mayor parte del peso político e ideológico en el cambio y/o búsqueda de los problemas sociales sigue estando en las directrices marcadas en los grandes foros y encuentros internacionales.

Los problemas sociales como marco: entre el buenísmo ingenuo y el realismo fáctico de las declaraciones y foros internacionales