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En un libro anterior33, el autor examinó el proceso mediante el cual la provincia de Concepción comenzó a perder poder político frente a Santiago, cuya elite social y económica logró imponer sus términos en la naciente República de Chile. En la presente obra el autor extiende esta reflexión al resto del territorio nacional, a partir de la premisa de que el país surge de la emancipación organizado en tres grandes provincias (Coquimbo, Santiago y Concepción); dos territorios semiautónomos (Valdivia y Chiloé) que dependían de Lima en lo político y administrativo, pero que por su ubicación geográfica debían ser incorporados a Chile; y un extenso espacio mapuche no controlado ni por el régimen colonial ni por la República de Chile, a la que debía integrarse. En consecuencia, el tema central del libro es explicar cómo estas regiones terminaron formando un espacio nacional administrado de forma unitaria y sus habitantes sintiéndose parte de la misma comunidad ciudadana. Más allá de que las conclusiones y explicaciones que ofrece sean o no enteramente satisfactorias, la obra tiene el mérito de situar el proceso de independencia y formación del Estado nacional chileno en el contexto hispanoamericano, donde se verifican coincidencias que obligan a descartar la hipótesis tradicional que afirma la “excepcionalidad del caso chileno”. Así, y a través de una rigurosa pesquisa bibliográfica, el autor parte constatando que los gérmenes de la cultura política en el mundo hispano­colonial surgieron como consecuencia de las reformas administrativas introducidas bajo el reinado de Carlos III, a partir de la década de 1760, y que la libertad y autonomía que buscaban las elites americanas se verificó en el ámbito de las provincias en relación con sus cabeceras administrativas coloniales, más que frente a la metrópoli europea. Por lo tanto, las guerras de independencia y las guerras civiles en las tempranas repúblicas deben entenderse como parte del mismo proceso en el que las provincias lucharon por terminar con su subordinación a las antiguas capitales coloniales, mientras que estas se empeñaron en mantener su hegemonía y, por lo tanto, emerger como el centro político de los nuevos Estados. Si en Chile estos conflictos fueron breves en comparación con los demás países hispanoamericanos y sus instituciones públicas se consolidaron tempranamente, a comienzos de la década de 1830, fue por la ausencia de caudillos poderosos que lograran mantener activos los conflictos regionales. Sin embargo, lo anterior no impide reconocer (ni conocer) que en Chile hubo provincias con intereses y proyectos propios, que colisionaban con los de la capital y que tuvieron expresiones políticas y militares. Para explicar esta idea, Armando Cartes se remite a la discusión de si acaso Chile se formó desde Santiago, a partir del asentamiento inicial de los colonos españoles en 1541, o si a lo largo de la Colonia se desarrollaron en forma autónoma y paralela tres regiones. El primer punto de vista es ampliamente avalado por la historiografía liberal

ARMANDO CARTES MONTORY, Un gobierno de los pueblos. Relaciones provinciales en la Independencia de Chile