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Me torrens olei fecundat, bacca trapetis assiduis teritur («Un río de aceite me hace fértil, en mis molinos continuamente se muele aceituna»): Así rezaba una de las frases que acompañaban a la figura—una mujer con basquina morada y ropa azul, midiendo una media arroba de aceite—que simbolizaba a la villa de Huevar en el recibimiento que Sevilla tributó a Felipe II en 1570 (1). En efecto, esta villa y su término—unos 57 kilómetros cuadrados actualmente—se hallan situados al oeste de dicha ciudad, camino de Huelva, en la prolongación occidental de las tierras del Aljarafe, Comarca famosa ya en la época hispanomusulmana por la frondosidad de sus olivares y por la riqueza y exquisitez de su aceite. Habiendo constituido Huevar en dicha época una de las numerosas alquerías de esta Comarca sevillana, tras la reconquista fernandina, a mediados del siglo XIII, fueron recompensados con diversas cantidades de aranzadas de olivar de sus tierras varios caballeros de linaje, los cómitres de las naos y la marinería, que contribuyeron a la conquista de Sevilla, y hasta el propio almirante Ramón Bonifaz; la mayor parte de la tierra de Huevar, sin embargo, se la reservó el

UN CONCEJO RURAL EN EL SIGLO XVI, A TRAVES DE SUS ACTAS CAPITULARES: HUEVAR (SEVILLA).