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Colombia es uno de los países más peligrosos para ejercer la protesta social. Tomando como marco de referencia el levantamiento popular, desplegado en el paro nacional del 2021, este artículo elabora, de forma discursiva y analítica, a partir de los encuentros que se recogieron en las autodenominadas “primeras líneas”. Una “digna rabia” construyó una relación afectiva entre los jóvenes precarizados, que se movilizaron en varias ciudades del país (particularmente en Cali), y el movimiento Indígena (la Minga Indígena del Cauca y El Movimiento de Autoridades Indígenas del Sur Occidente, AISO), juntando reclamos históricos y actuales. Nos interesa enfocarnos en la dimensión estético-política de sus acciones, y en la manera en que ésta repercutió en el paisaje físico, social y simbólico de los espacios urbanos en los que se desarrollaron los eventos del paro nacional. Allí se anunció una solidaridad cruzada, donde la protesta, el autocuidado, el derrocamiento, y el levantamiento de contra-monumentos, así como la resignificación de espacios urbanos funcionaron como expresiones de horizontalidad y restitución histórica. Son experiencias que complejizan la movilización y la sitúan como algo mucho más activo y creativo que un solo estallido. El resultado fue la constitución de procesos autónomos en busca de una nueva cultura política, en diálogo con otros procesos antagónicos con respecto a una derecha-neoliberal, hasta hace poco hegemónica en Colombia. Sin desconocer el espacio de tensiones que estuvo en juego (y los entramados de violencia simbólica y física), nos interesa pensar tales experiencias estético-políticas como apuestas por la construcción de un espacio común heterogéneo y conflictivo, que se resiste a la privatización neoliberal de la vida, a la desposesión del futuro, a la negación de las capacidades de los cuerpos cualquiera, y al bloqueo de sus poderes afectivos disruptivos.

Sobre la primera y la última línea. Los vencidos de la historia y sus luchas por abrir el porvenir (Colombia, paro nacional, 2021)